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Semana del Malbec: ¿CÓMO RECONOCERLO RESPECTO DE OTRAS VARIEDADES?

12/04/2022


El Malbec es un misterio. A diferencia del Cabernet Franc o el Sauvignon Blanc, que son variedades con un aroma y sabor muy característicos, siempre herbal, el sabor del Malbec no ofrece un único trazo distintivo.

Es más: comparte con la mayoría de las variedades tintas los mismos grupos aromáticos.

Eso se desprende de las investigaciones llevadas a cabo en nuestro país, desde el ámbito científico al privado a contar de 2002, cuando se realizaron los primeros ensayos para determinar el sabor del Malbec. Sin embargo, seduce y conquista paladares. ¿Cómo identificarlo?

Fácil, el color. Como algunas variedades tintas –por ejemplo, Tannat– el Malbec es púrpura cuando joven. Y joven, se entiende, es a no más allá de tres o cuatro años de la cosecha. Pero si se tratara de un reserva o gran reserva, la barrica puede oxidar ese púrpura y presentarlo algo más naranja ladrillo. Ni qué hablar cuando se los bebe viejos. El truco para tener claro el color de un buen Malbec es poner una gotita en una servilleta blanca de papel: si se tiñe de violeta, casi hay veredicto. Casi, porque aún quedan otras cosas por observar.

Difícil, los aromas. Acá es donde resulta más esquivo y es, justamente, donde más escurridizo resultan los vinos en general para el consumidor. 

En términos generales, el Malbec recuerda a frutos rojos y negros. Y por ellos entendemos ciruelas o moras, por ejemplo, que son descriptores categóricos de la variedad, aunque los comparte con el Cabernet Sauvignon por ejemplo. ¿Entonces? Para entender el sabor del Malbec hay dos matices que acompañan y lo identifican: si son de zonas frías siempre ofrece una pizca de perfume floral, que completa la aromática como un telón de fondo; si son de zonas más cálidas, en vez de flores ganan las especias, como el combo de pimientas negra, blanca y rosada, y hierbas aromáticas, también como un telón.

¿Ahora bien, cómo lo distinguimos de un Cabernet o un Syrah? Mejor observar el paladar, donde el sabor del Malbec es más claro.


Fácil, el cuerpo. El Malbec siempre da un vino de cuerpo. Y por cuerpo entendemos la sensación de amplitud con que ocupa la boca. Si tuviéramos que buscar un símil, se parece más al aceite que al agua. Envolventes y mullidos, la mayoría de los Malbec son claros en esto. Pero hay un puñado de otros Malbec, asociados a zonas frías, que son algo más delgados y de mayor frescura. En una palabra, ágiles. Son los menos, pero observables.

Ahora bien, ¿hay otras variedades que también son amplias?
En efecto: el Tannat. Pero no el Cabernet Sauvignon, ni el Merlot ni el Syrah (si está bien hecho). ¿Y si es de los ágiles? Se parecerá en efecto a los tres mencionados recién, con la salvedad de que los dos primeros no son púrpura y el Syrah, además, es austero, como si no llenara la boca pero sí dejara sabor, igual que un buen té.

Difícil, textura.
Aún queda un punto por descubrir del Malbec y es la textura. Están aquellos que son lisos, como una piel tersa y rellenita, y los que ofrecen cierta rugosidad y textura polvorienta.
Los primeros son la mayoría y uno los reconoce porque no tienen ni pliegues ni queda nada entre la lengua y el paladar.
Los segundos, que son los menos, ofrecen una textura idéntica a la que queda en la boca después de borrar un pizarrón o haber estado al aire libre durante un vendaval. Los dos son Malbec, sólo que la primera siempre corresponde a zonas cálidas y templadas, la segunda a frías. ¿Esa textura aparece en otros vinos? En muy pocos la primera, como en Tannat, en algunos la segunda. Esta última, hasta donde se sabe hoy, corresponde a los suelos donde son cultivadas.


JOAQUÍN HIDALGO
Es periodista y enólogo.



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